La decoración facial y corporal
ha subsistido en unos pocos pueblos indígenas que viven actualmente
en las boscosas y fluviales tierras bajas del noroeste de Sudamérica.
Es la misma región donde antaño surgieron las culturas precolombinas
que produjeron estatuillas de cuerpos ornamentados, lo que permite formarse
una idea más detallada acerca de la naturaleza de esta práctica
en las sociedades del pasado.
Los indios cuna, por ejemplo, pintan
su cara y cuerpo de rojo, amarillo y azul.
Todos aplican pintura en sus mejillas, palmas de las manos y plantas de los
pies. Sólo los guerreros pintan su cara de rojo. Usan narigueras y
aros, pendientes en el pecho y collares de dientes de animales o conchas,
así como hilados de cuentas en tobillos, muñecas y debajo del
codo.
Los
chocó, por su parte, aplican pigmentos rojo y azul sobre su piel mediante
un pequeño tridente o con un sello de madera muy parecido a los sellos
arqueológicos.
En
tanto que los cayapa decoran su cuerpo y cara con diseños en rojo, amarillo
y negro. Todos usan collares y pulseras de cuentas de vidrio, monedas, semillas
o alas de escarabajos, pero sólo las mujeres llevan aros.